The Black Death - Hiroshima Will Burn

From the deaths of a million men

A child buried in the arms of his mother’s grasp

Decayed bodies piled up one by one

Maggots devouring an emaciated carcass

Starved the life from my flesh

I neither have the strength nor will left

In the dead of night it lurks in the shadows

Among rats and filth, to quench its desires;

Carving up your flesh

When you are dead with shame

A thousand men will come for you

As you fall into slumber

Unbeknownst to the maggots

They have already consumed your soul

God doesn’t pity this shadow of your former self

To cleanse these bodies of this disease we must purge the filth with fire

We offer our

Dead to a god that doesn’t hear our prayers

He selected by hand a million men and women

The children were left to rot in the sun

For the crows to take helping of their severed tongues

Who do we blame for the death of a million men?

Decomposition rearing its ugly head upon the dead

With withered hands I caress your lifeless face

Behold the angels of the black plague

De la muerte de un millón de hombres

Un niño enterrado en los brazos del agarre de su madre

Cuerpos en descomposición apilados uno por uno

Gusanos devorando un cadáver demacrado

Muerto de hambre la vida de mi carne

no tengo fuerzas ni me iré

En la oscuridad de la noche acecha en las sombras

Entre ratas y mugre, para saciar sus deseos;

Cortando tu carne

Cuando estás muerto de vergüenza

Mil hombres vendrán por ti

Mientras caes en el sueño

Sin el conocimiento de los gusanos

ya han consumido tu alma

Dios no se compadece de esta sombra de tu antiguo yo

Para limpiar estos cuerpos de esta enfermedad, debemos purgar la suciedad con fuego.

Ofrecemos nuestro

Muerto para un dios que no escucha nuestras oraciones

Seleccionó a mano un millón de hombres y mujeres

Los niños se dejaron pudrir al sol

Para que los cuervos tomen ayuda de sus lenguas cortadas

¿A quién culpamos por la muerte de un millón de hombres?

Descomposición levantando su fea cabeza sobre los muertos

Con manos marchitas acaricio tu rostro sin vida

He aquí los ángeles de la peste negra