Una nuova coscienza - Giorgio Gaber

Io come uomo, io vedo il mondo

come un deserto di antiche rovine.

Io vedo un uomo che tocca il fondo

ma forse al peggio non c'è mai una fine.

Nel frattempo la vita non si arrende

e la gente si dà un gran da fare

tanti impegni tante storie

con l’inutile idea di colmare

la mancanza di una nuova coscienza,

di una vera coscienza.

E' come se dovessimo riempire, un vuoto profondo.

E allora ci mettiamo dentro

rimasugli di cattolicesimo, pezzetti di sociale, brandelli di antichi ideali,

un po' di antirazzismo, e qualche alberello qua e là.

La decadenza che viviamo

è un malessere

che ci prende pian piano.

E' una specie di assenza

che prevede una sosta obbligata,

è la storia che medita ma si è come assopita.

Siamo vivi malgrado la nostra apparenza

come uomini al minimo storico di coscienza.

Come uomini al minimo storico di coscienza.

E' come se la vecchia morale non ci bastasse più.

In compenso se ne sta

diffondendo una nuova, che consiste nel prendere in considerazione più che

altro i doveri degli altri… verso di noi.

Sembrerà strano, ma sta diventando

fortemente morale tutto ciò che ci conviene.

Praticamente un affare.

La decadenza che subiamo

è uno scivolo

che va giù piano piano.

E' una nuova esperienza

che ti toglie qualsiasi entusiasmo

e alla lunga modifica il tuo metabolismo.

Siam qui fermi

malgrado la grave emergenza,

come uomini al minimo storico di coscienza.

Come uomini al minimo storico di coscienza.

E pensare che basterebbe pochissimo.

Basterebbe spostare a stacco la nostra

angolazione visiva, guardare le cose come fosse la prima volta.

Lasciare fuori

campo tutto il conformismo di cui è permeata la nostra esistenza.

Dubitare delle risposte già pronte.

Dubitare dei nostri pensieri fermi, sicuri,

inamovibili.

Dubitare delle nostre convinzioni presuntuose e saccenti.

Basterebbe smettere una volta per tutte di sentirsi sempre delle brave persone.

Smettere di sentirsi vittime delle madri, dei padri, dei figli, mariti, mogli.

.

quando forse siamo vittime soltanto della mancanza di potere su noi stessi.

Basterebbe smascherare, smascherare tutto.

Smascherare l’amore, il riso,

il pianto, il cuore, il cervello.

Smascherare la nostra falsa coscienza

individuale.

Subito.

Qui e ora.

Sì basterebbe pochissimo.

Non è poi così difficile.

Basterebbe smettere di piagnucolare, criticare, affermare, fare il tifo, e leggere i giornali.

Essere certi solo di ciò che noi viviamo direttamente.

Rendersi conto che

anche l’uomo più mediocre diventa geniale se guarda il mondo con i suoi occhi.

Basterebbe smascherare qualsiasi falsa partecipazione.

Smettere di credere che

l’unico obiettivo non può essere il miglioramento delle nostre condizioni

economiche, perché la vera posta in gioco è la nostra vita.

Basterebbe smettere

di sentirsi vittime del denaro, del destino, del lavoro, e persino della

politica, perché anche i cattivi governi sono la conseguenza della stupidità

degli uomini.

Basterebbe rifiutare, rifiutare l’idea di calpestare gli altri,

ma anche la finta uguaglianza.

Smascherare le nostre presunte sicurezze.

Smascherare la nostra falsa coscienza sociale.

Subito.

Qui e ora.

Basterebbe pochissimo.

Basterebbe capire che un uomo non può essere veramente

vitale se non si sente parte di qualche cosa.

Basterebbe smettere di credere di poter salvare il mondo con l’illusione della cosiddetta solidarietà.

Rendersi conto che la crescita del mercato può anche essere indispensabile

alla nostra sopravvivenza, ma che la sua inarrestabile espansione ci rende

sempre più egoisti, e più volgari.

Basterebbe abbandonare l’idea di qualsiasi facile soluzione, ma abbandonare

anche il nostro appassionato pessimismo e trovare finalmente l’audacia di frequentare il futuro con gioia.

Perché la spinta utopistica non è mai accorata o piangente.

La spinta

utopistica non ha memoria e non si cura di dolorose attese.

La spinta

utopistica è… Subito.

Qui e ora.

Io come uomo, io vedo il mondo

come un deserto di antiche rovine.

Io vedo un uomo che tocca il fondo,

ma forse al peggio non c'è mai una fine.

Perché non c'è nessuno che dia un senso

alle cose più semplici e vere,

alla vita di ogni giorno,

all’urgenza di un uomo migliore.

Io vedo un uomo solo e smarrito,

come accecato da false paure,

Ma la vita non muore nelle guerre,

nelle acque inquinate del mare

E i timori, anche giusti,

son pretesti per non affrontare.

La mancanza di una vera coscienza

che è la sola ragione

della fine di qualsiasi civiltà.

Yo como hombre, veo el mundo

como un desierto de antiguas ruinas.

Veo a un hombre que toca el fondo

pero tal vez nunca haya un final para lo peor.

Mientras tanto, la vida no se rinde.

y la gente esta muy ocupada

tantos compromisos tantas historias

con la inútil idea de llenar

la falta de una nueva conciencia,

de una verdadera conciencia.

Es como si tuviéramos que llenar un vacío profundo.

Y luego entramos

restos del catolicismo, pedazos de social, pedazos de antiguos ideales,

un poco de antirracismo, y algunos retoños aquí y allá.

La decadencia en la que vivimos

es un malestar

que nos lleva despacio.

es una especie de ausencia

que incluye una parada obligatoria,

es el cuento que medita pero está dormido.

Estamos vivos a pesar de nuestra apariencia.

como hombres en el nivel más bajo de conciencia.

Como hombres en el nivel más bajo de conciencia.

Es como si la vieja moralidad ya no fuera suficiente para nosotros.

Por otro lado, se queda

difundir una nueva, que consiste en tener en cuenta más de

otros deberes de los demás... hacia nosotros.

Sonará extraño, pero se está volviendo

fuertemente moral todo lo que nos conviene.

Básicamente una ganga.

El declive que sufrimos

es una diapositiva

que baja lentamente.

es una nueva experiencia

eso quita cualquier entusiasmo

ya la larga cambia tu metabolismo.

estamos parados aquí

A pesar de la grave emergencia,

como hombres en el nivel más bajo de conciencia.

Como hombres en el nivel más bajo de conciencia.

Y pensar que muy poco sería suficiente.

Bastaría con mover lo nuestro al desapego

ángulo visual, mirando las cosas como si fuera la primera vez.

Dejar

Campo todo el conformismo que impregna nuestra existencia.

Dudar de las respuestas preparadas.

Dudar de nuestros pensamientos firmes y seguros,

inamovible.

Dudar de nuestras creencias presuntuosas y de sabelotodo.

Bastaría con parar de una vez por todas para sentirse siempre buena persona.

Dejen de sentirse víctimas de las madres, padres, hijos, esposos, esposas.

.

cuando tal vez sólo somos víctimas de la falta de poder sobre nosotros mismos.

Bastaría con desenmascarar, desenmascarar todo.

Desenmascarando el amor, la risa,

el llanto, el corazón, el cerebro.

Desenmascarando nuestra falsa conciencia

individual.

Inmediatamente.

Aquí y ahora.

Sí, se necesitaría muy poco.

No es tan difícil.

Bastaría con dejar de lloriquear, criticar, afirmar, vitorear y leer los periódicos.

Tener certeza sólo de lo que vivimos directamente.

Darse cuenta de que

hasta el hombre más mediocre se vuelve brillante si mira al mundo con sus ojos.

Bastaría con desenmascarar cualquier falsa participación.

deja de creer eso

el único objetivo no puede ser la mejora de nuestras condiciones

económico, porque lo que realmente está en juego es nuestra vida.

bastaría con parar

sentirse víctimas del dinero, del destino, del trabajo, e incluso de

política, porque los malos gobiernos también son consecuencia de la estupidez

algunos hombres.

Bastaría con rechazar, rechazar la idea de pisotear a los demás,

pero también la falsa igualdad.

Desenmascarando nuestros supuestos valores.

Desenmascarando nuestra falsa conciencia social.

Inmediatamente.

Aquí y ahora.

Se necesitaría muy poco.

Sería suficiente comprender que un hombre no puede ser realmente

vital si no te sientes parte de algo.

Bastaría con dejar de creer que podemos salvar el mundo con la ilusión de la llamada solidaridad.

Darse cuenta de que el crecimiento del mercado también puede ser indispensable

para nuestra supervivencia, pero que su imparable expansión nos hace

cada vez más egoísta y más vulgar.

Bastaría con abandonar la idea de cualquier solución fácil, pero abandonarla

también nuestro pesimismo apasionado y finalmente encontrando la audacia de mirar el futuro con alegría.

Porque el empuje utópico nunca es desconsolado ni lloroso.

El empuje

el utópico no tiene memoria y no se preocupa por las expectativas dolorosas.

El empuje

utópico es… Inmediatamente.

Aquí y ahora.

Yo como hombre, veo el mundo

como un desierto de antiguas ruinas.

Veo a un hombre que toca el fondo,

pero tal vez nunca haya un final para lo peor.

Porque no hay nadie que tenga sentido

a las cosas más simples y verdaderas,

a la vida cotidiana,

a la urgencia de un hombre mejor.

Veo a un hombre perdido y solitario,

como cegado por falsos temores,

Pero la vida no muere en las guerras,

en las aguas contaminadas del mar

Y los miedos, incluso los únicos,

son excusas para no dar la cara.

La falta de una verdadera conciencia

cual es la unica razon

del fin de cualquier civilización.